«Encontrar un equilibrio entre el optimismo negador y el pesimismo trágico de la sobreinformación»

 
En una columna de opinión realizada para Asuntos Públicos, el docente del curso Mediación y Convivencia Escolar Roberto Balaguer, comparte sus reflexiones sobre el uso de las pantallas en tiempos de confinamiento. 
Foto: Joshua Eckstein on Unsplash
 

Todo lo que digamos como profesionales de la salud mental debe estar enmarcado en un contexto de excepción, que es en el que nos encontramos.

 
 
 
Como psicólogo e investigador hace ya veinte años de los efectos de la tecnología en la psiquis humana, habitualmente me consultan sobre los tiempos de pantalla en niños y adolescentes. En estos días se podrán imaginar que estas consultas han crecido, ya que toda la vida parece transcurrir a través de las distintas pantallas. Por eso, mi primera reflexión en este momento es que todo lo que digamos como profesionales de la salud mental debe estar enmarcado en un contexto de excepción, que es en el que nos encontramos. Ni más, ni menos. Estamos en una situación anómala y todos los consejos deben considerar ese contexto. Debemos encontrar un equilibrio entre el optimismo negador y el pesimismo trágico de la sobreinformación, pero siempre considerar que este es un estado anormal que genera conductas distintas a las habituales en buena parte de la población.
 

Estamos en una situación anómala y todos los consejos deben considerar ese contexto.

 
Hablamos de salud mental en tiempo de crisis, donde todas las variables cambian. Hablamos de salud mental en tiempo de encierro, donde las conductas habituales se alteran y por tanto, las dinámicas familiares, sociales, barriales, comerciales, también. El miedo al contagio y el encierro generan tensión y estados de alerta generadores de estrés, que nos atraviesan a todos. Todas las medidas y sugerencias deben considerar ese punto ante todo: el contexto de excepcionalidad en el que nos ha colocado el coronavirus, un contexto de estrés. De hecho, en situaciones anteriores de cuarentena obligatoria por virus, como fue el caso del SARS en la ciudad de Toronto, creció la depresión en torno al 31.2% y el estrés postraumático en casi igual dimensión alcanzando el 28.9%.

 

 

Modelar conductas saludables

 
No podemos elegir no tener el coronavirus, sí está en nuestras manos manejar esta crisis de la mejor manera. Y es por ello que la segunda recomendación como profesional de la salud mental es no recargar a los padres de mayor culpa por las decisiones que toman en estos días. Las personas manejan las situaciones de máxima tensión de diferentes maneras, de acuerdo a los recursos emocionales con los que cuentan. Es por ello que todo nuevo modelo que aporte recursos saludables es bienvenido. El repertorio de conductas de la gente es limitado y las pantallas pueden aportar ideas, sugerencias para transcurrir por esta crisis de maneras más saludables.
 
 
 

Evitemos repetir tonterías, no las pantallas

 

 
Por eso, como tercera y última recomendación de este breve texto, ante la pregunta: Debemos evitar las pantallas? La respuesta con sentido común en mi opinión es no, porque eso no es lo verdaderamente importante. Es más, creo que debemos evitar algunos efectos de las pantallas, así como alentar otros, como los descriptos anteriormente.
 
Evitar las pantallas en adultos solo sirve para, que salgan a contagiar a eventos sociales o medios de transporte, egoísta e impunemente. Sirve para no estar informados y repetir fake news que llegan por WhatsApp. Sobreinformarse sirve para lo mismo, además de contribuir a la locura y al pánico generalizado y alimentar el contexto de estrés.
 
 
 

Combatamos los efectos de la información

 

 

La gente se ubica en un continuo que va de la desinformación y sus riesgos hasta la sobreinformación y sus otros riesgos.  Lo que debemos evitar no son las pantallas sino la falta de información o la sobreinformación. Hoy, los niños y adolescentes en Uruguay y en el resto del mundo necesitan de las pantallas para estudiar y hacer sus tareas. Quizás hasta se pueda dar una suerte de paradoja de que tanto uso de pantalla los abrume y quieran salir al patio los que tienen, o pidan para pasear los que están en apartamentos, algo impensable tan solo un mes atrás. La peste del coronavirus llevó al extremo la vida en pantalla, es el efecto McLuhan de la saturación que nos llevará (ya lo está haciendo) a revalorar tocarnos, encontrarnos, vernos cara a cara, besarnos, abrazarnos, porque lo virtual llegó a sus extremos y esa es una buena noticia entre tanta mala. En definitiva, era eso lo que buscábamos para nuestros chicos, abandonar las pantallas! Por eso, no me preocupan tanto las pantallas. Un buen empacho de ellas quizás, tan solo quizás, nos permita valorar los encuentros cara a cara como nunca antes, porque como humanos que somos, valoramos mucho más aquello que perdemos. Pero para reencontrarnos hay que esperar, tolerar este momento de crisis para poder disfrutar de la salida.
 
 
 

Esto también va a pasar

 

 
Por último, el coronavirus tarde o temprano va a pasar (ese es el principal mensaje que padres y autoridades debieran transmitir). Como adultos modelamos con el ejemplo. Las pantallas sirven para destilar veneno o criticar sin aportar o para organizar actividades solidarias, aportar desde cada lugar en el que nos encontramos para salir de esta crisis unidos y darle herramientas de todo tipo a aquellos que no las tienen. El tema no son las pantallas sino qué hacemos con ellas en momentos de excepción, como el que estamos viviendo. El aprendizaje para cada uno de nosotros, los adultos actuando y los chicos mirando, será en el futuro, qué hacemos en tiempos de crisis. Cómo usamos las pantallas, que hicimos con ellas, si construimos o destruimos será lo verdaderamente importante cuando todo pase…
 
Cuando pase este tiempo de excepción y de estrés, ya veremos cómo actuar con lo que nos quedó de aprendizaje. Cuídense y cuiden a los cercanos y a los lejanos también, que también para eso están las pantallas.
 
 
 
 
Roberto Balaguer @robertobalaguer es Doctorando (UBA, Argentina). Mágister en Educación (Univ. ORT, Uruguay). Psicólogo (Universidad de la República, Uruguay). Posgraduado en Psicología (Univ. Minnesota, EEUU), Psicoterapia Psicoanalítica de Niños y Adolescentes (Clínica UNO, Uruguay); Psicoterapia Psicoanalítica de Adultos (Clínica UNO, Uruguay). Experto en TIC y Discapacidad (Fundación Free/ Universidad Católica del Uruguay/Universidad Córdoba, España). Docente universitario en posgrados de Educación (Diploma y Maestría en Orientación Educativa) en la Universidad Católica del Uruguay y en la Maestría en Tecnología Educativa en CLAEH (Centro Latinoamericano de Economía Humana). Consultor en distintas temáticas vinculadas a Tecnología, Educación y juventud.
 
Es docente del módulo «Infancias y adolescencias en la nube» en el Curso Universitario en Mediación y Convivencia Escolar.